Año 2012
Después de una mañana movidita en el quirófano, ahí estaba
mi yo de 20 años, sentada en una silla de madera de esas de dureza diamante que
te dejan el culo plano. La temperatura de la sala era idónea para echarse una
buena siesta postprandial, los pajaritos piaban y el sol me calentaba
la oreja.
De repente entró una mujer muy rubia con una sonrisa de
oreja a oreja, marcando el paso con su taconeo mientras arrastraba un carrito
de piel como el que llevan los comerciales a las plantas para enseñarte el nuevo
y mejorado “Glucemiator 2000”.
Fue hacia la mesa del profesor y empezó a sacar cachivaches: Que si unos libros tochos, un macbook, unas tarjetitas…
Pidió ayuda para que alguien encendiera
el proyector porque no sabía cómo funcionaba. Ahí estaba nuestro supercañón de luz, haciéndose notar como
merecía esa valiosa reliquia del siglo IX.
Empezó el
revuelo “¿Quién es esta?”, “Será de METAS”,
“Ah, pero entonces… ¿No hay clase ahora? Joder si lo llego a saber me había
quedado en casa echando la siesta”, “Es una MQMF” "Qué quieren de nosotros", "Será del sindicato", "Me han robado la siesta","Yo no pago nada, ni doy mi número de teléfono, ni email ni nada" ect.
La muchacha se puso el micro para dirigirse a la multitud y
calmar nuestra incertidumbre. Era fulanita
de *** y venía a hablarnos del EIR.
A la inmensa mayoría eso del EIR nos sonaba a chino, otros
tenían una vaga idea (Lo cual ahora da que pensar que así es como está de
reconocida la especialización de enfermería que casi nadie nos coscábamos de
que iba eso). Yo pertenecía al primer grupo. Me entraron "los agobios", a ver si ahora el EIR iba a ser como el MIR y me iba a hacer falta estudiarme toda la carrera para poder trabajar.
Me entró la angustia. Mira, que yo no me metí a medicina por no hacer el MIR y por no salir de la facultad con canas.
Nos explicó de qué iba el examen, nos regalaron un
muestrario de su temario (El cuadernito a todo color de disgestivo) y una
tarjetita para un curso de inglés que no puntuaba en las bolsas y nunca llegué a hacer.
Finalmente explicó el método de estudio de su academia y sus despampanantes resultados
con unas gráficas muy molonas de colorines. Decían que más el 70% habían sacado
plaza con ellos. ¡
Más del 70%, qué fieras!
También nos comentaron que había un curso que empezaba ya, en marzo, que no
lo pensáramos, que aunque costaba una pasta, era dinero bien invertido en
calidad para el desarrollo profesional.
(Decir que en
mi universidad no sortearon los manuales que reparten como caramelos en el
resto de facultades, se sacan fotos con el afortunado ganador y las suben a twitter).
Al finalizar esa charla lo tenía muy claro: Solo estaban reconocidas
las especialidades de matrona y salud mental, podía trabajar igualmente sin necesidad de volver a estudiar esos tochazdos, tenía que meterme toda la
carrera desde verano (¡EN
VERANO! Yo que nunca he suspendido nada para no volver a estudiar en verano y
encima después del año tan caótico que estábamos teniendo entre prácticas,
clases, exámenes y trabajos a full time), más de 15.000 personas para
1.000 plazas (por aquel
entonces) y ser matrona no era mi pasión ni mi sueño, al igual que
cualquiera otra especialidad. Mi respuesta era clara y concisa.
Acabamos el curso MUY tarde, el 28 de junio. Todas las
sustituciones de verano en lo privado ya estaban dadas y en lo público, justo
ese año, empezaron los recortes a lo bestia y no contrataron a nadie (Siempre, SIEMPRE, los recién
diplomados se habían colocado en algún servicio del Sacyl durante los meses de
verano e incluso algo más, pues este año no fue así).
Sin suerte en el campo laboral, me pegué un verano digno de
Julio Cesar y conseguí recuperarme de una anemia (nada serio) que llevaba a cuestas desde exámenes,
descansar y coger un tono de piel de persona sana.
No obstante, un compañero me pasó el material de esa
academia, eché la solicitud para el EIR en septiembre y allí me planté el 2 de
febrero sin más estudio que algún desglose que había ojeado. El ambiente de una oposición era curioso: Podías encontrarte desde los que repasaban
folios llenos de cifras hasta los que estábamos como quien va a tomar un café, pasando por personas más histéricas que los grupos de adolescentes que hacen cola para ver a la boyband del momento.
Un señor con cara de simpático empezó el nombramiento treinta minutos antes de la hora de comienzo del examen. Cuando me llamó, enseñé mi dni, entré, volvieron a comprobar que era yo y me acompañaron hasta mi asiento donde habían escrito mi nombre en una hojita muy cutre arrancada de una libreta de bolsillo.
El mirar a la multitud divisé a unos cuantos compañeros de clase. También estaba mi enemiga secreta.
Una vez que todos estábamos dentro y colocaditos en nuestros sitios, empezaron a leer las instrucciones, dibujaron bien grande en la pizarra las horas de inicio y de fin y repartieron los cuadernillos con las preguntas y la hoja de respuestas.
Empecé a leer el examen y contesté a lo que buenamente
pude/sabía/me pareció. Según iba leyendo las preguntas me dio la impresión de
que el que había escrito eso tenía la cabeza muy jodida.
Mientras, la gente comía compulsivamente chuches, bebía refrescos o zumos... hasta vi un bocata de jamón. Claro que sí, si uno se lleva la
merienda, que sea en condiciones.
Aguanté las 3 horas y media como una campeona para llevarme
ese cuadernito a casa, por varias razones: Me hacía ilusión tener el examen de
mi primera oposición como enfermera, lo quería guardar para repasarlo para
futuras oposiciones, porque mi madre me había dado la paliza con que me quedara
hasta el final por “si decían algo” y por la razón más principal que por aquel
entonces desconocía: Mi Síndrome de Diógenes opositoril estaba empezando a aflorar.
Los días pasaron, salieron las listas provisionales y quedé bastante más allá del 9.000 lo cual tampoco me impresionó ya que tenía unos 120 puntos.
Los siguientes días fueron de reflexión, no estaba haciendo mucho más a parte de CFC, y me había apuntado a una OPE en Madrid ¿Qué tal si iba a por todas en la próxima convocatoria y de paso refrescaba todos conocimientos enfermeriles?