miércoles, 14 de mayo de 2014

Dile al mundo que regreso a casa


Qué harías si falleces y la vida te da una segunda oportunidad…

… décadas más tarde.

Imagina que de repente un día te despiertas en medio de la nada sin saber cómo ni por qué has terminado allí. Lo único que sabes con certeza es quien eres y tu último recuerdo fue tu propia muerte.

¿Retomarías tu vida, regresarías a tu hogar para reencontrarte con aquellos que dejaste atrás o decidirías empezar de cero una nueva historia?



Esta es la esencia de Resurrection (The returned), una serie que rompe con la temática a la que estamos acostumbrados.

Últimamente, todo lo relacionado con zombies se ha puesto muy de moda, y una servidora no puede estar más contenta, porque me encanta todo lo relacionado. Bien, en esta serie los zombies dejan el tradicional papel de “walkers” que conocemos de The Walking Dead y muestran su lado más lleno de vida y humano.

En cuanto a la puesta en escena, las diferencias también son notorias. Si pensamos en un mundo asolado por muertos vivientes se nos vienen a la cabeza, por ejemplo, Soy Leyenda, Guerra Mundial Z o The last of Us, que comparten escenarios apocalípticos, fríos y oscuros donde reina el miedo y la necesidad de supervivencia prima por encima de cualquier ley moral o ética.

En cambio en Arcadia (Pueblo donde se desarrolla la trama) todo es completamente diferente: La luz lo baña de una forma casi celestial y el miedo se alimenta de la incertidumbre creada por lo inexplicable.


El resto os invito a descubrirlo. Estáis a tiempo, la historia acaba de empezar.

¡Nos leemos!

lunes, 12 de mayo de 2014

Mi historia EIR: Convocatoria 0


Año 2012

Después de una mañana movidita en el quirófano, ahí estaba mi yo de 20 años, sentada en una silla de madera de esas de dureza diamante que te dejan el culo plano. La temperatura de la sala era idónea para echarse una buena siesta postprandial, los pajaritos piaban y el sol me calentaba la oreja.


De repente entró una mujer muy rubia con una sonrisa de oreja a oreja, marcando el paso con su taconeo mientras arrastraba un carrito de piel como el que llevan los comerciales a las plantas para enseñarte el nuevo y mejorado “Glucemiator 2000”



Fue hacia la mesa del profesor y empezó a sacar cachivaches: Que si unos libros tochos, un macbook, unas tarjetitas…
Pidió ayuda para que alguien encendiera el proyector porque no sabía cómo funcionaba. Ahí estaba nuestro supercañón de luz, haciéndose notar como merecía esa valiosa reliquia del siglo IX.



Empezó el revuelo “¿Quién es esta?”, “Será de METAS”, “Ah, pero entonces… ¿No hay clase ahora? Joder si lo llego a saber me había quedado en casa echando la siesta”, “Es una MQMF” "Qué quieren de nosotros", "Será del sindicato", "Me han robado la siesta","Yo no pago nada, ni doy mi número de teléfono, ni email ni nada" ect.

La muchacha se puso el micro para dirigirse a la multitud y calmar nuestra incertidumbre. Era fulanita de ***  y venía a hablarnos del EIR.
A la inmensa mayoría eso del EIR nos sonaba a chino, otros tenían una vaga idea (Lo cual ahora da que pensar que así es como está de reconocida la especialización de enfermería que casi nadie nos coscábamos de que iba eso). Yo pertenecía al primer grupo. Me entraron "los agobios", a ver si ahora el EIR iba a ser como el MIR y me iba a hacer falta estudiarme toda la carrera para poder trabajar.
Me entró la angustia. Mira, que yo no me metí a medicina por no hacer el MIR y por no salir de la facultad con canas


Nos explicó de qué iba el examen, nos regalaron un muestrario de su temario (El cuadernito a todo color de disgestivo) y una tarjetita para un curso de inglés que no puntuaba en las bolsas y nunca llegué a hacer. Finalmente explicó el método de estudio de su academia y sus despampanantes resultados con unas gráficas muy molonas de colorines. Decían que más el 70% habían sacado plaza con ellos. ¡Más del 70%, qué fieras! También nos comentaron que había un curso que empezaba ya, en marzo, que no lo pensáramos, que aunque costaba una pasta, era dinero bien invertido en calidad para el desarrollo profesional.


(Decir que en mi universidad no sortearon los manuales que reparten como caramelos en el resto de facultades, se sacan fotos con el afortunado ganador  y las suben a twitter).

Al finalizar esa charla lo tenía muy claro: Solo estaban reconocidas las especialidades de matrona y salud mental, podía trabajar igualmente sin necesidad de volver a estudiar esos tochazdos, tenía que meterme toda la carrera desde verano (¡EN VERANO! Yo que nunca he suspendido nada para no volver a estudiar en verano y encima después del año tan caótico que estábamos teniendo entre prácticas, clases, exámenes y trabajos a full time), más de 15.000 personas para 1.000 plazas (por aquel entonces) y ser matrona no era mi pasión ni mi sueño, al igual que cualquiera otra especialidad. Mi respuesta era clara y concisa.


Acabamos el curso MUY tarde, el 28 de junio. Todas las sustituciones de verano en lo privado ya estaban dadas y en lo público, justo ese año, empezaron los recortes a lo bestia y no contrataron a nadie (Siempre, SIEMPRE, los recién diplomados se habían colocado en algún servicio del Sacyl durante los meses de verano e incluso algo más, pues este año no fue así).
Sin suerte en el campo laboral, me pegué un verano digno de Julio Cesar y conseguí recuperarme de una anemia (nada serio) que llevaba a cuestas desde exámenes, descansar y coger un tono de piel de persona sana.

No obstante, un compañero me pasó el material de esa academia, eché la solicitud para el EIR en septiembre y allí me planté el 2 de febrero sin más estudio que algún desglose que había ojeado. El ambiente de una oposición era curioso: Podías encontrarte desde los que repasaban folios llenos de cifras hasta los que estábamos como quien va a tomar un café, pasando por personas más histéricas que los grupos de adolescentes que hacen cola para ver a la boyband del momento.


Un señor con cara de simpático empezó el nombramiento treinta minutos antes de la hora de comienzo del examen. Cuando me llamó, enseñé mi dni, entré, volvieron a comprobar que era yo y me acompañaron hasta mi asiento donde habían escrito mi nombre en una hojita muy cutre arrancada de una libreta de bolsillo.
El mirar a la multitud divisé a unos cuantos compañeros de clase. También estaba mi enemiga secreta.
Una vez que todos estábamos dentro y colocaditos en nuestros sitios, empezaron a leer las instrucciones, dibujaron bien grande en la pizarra las horas de inicio y de fin y repartieron los cuadernillos con las preguntas y la hoja de respuestas.
Empecé a leer el examen y contesté a lo que buenamente pude/sabía/me pareció. Según iba leyendo las preguntas me dio la impresión de que el que había escrito eso tenía la cabeza muy jodida.



Mientras, la gente comía compulsivamente chuches, bebía refrescos o zumos... hasta vi un bocata de jamón. Claro que sí, si uno se lleva la merienda, que sea en condiciones.

Aguanté las 3 horas y media como una campeona para llevarme ese cuadernito a casa, por varias razones: Me hacía ilusión tener el examen de mi primera oposición como enfermera, lo quería guardar para repasarlo para futuras oposiciones, porque mi madre me había dado la paliza con que me quedara hasta el final por “si decían algo” y por la razón más principal que por aquel entonces desconocía: Mi Síndrome de Diógenes opositoril estaba empezando a aflorar.

Los días pasaron, salieron las listas provisionales y quedé bastante más allá del 9.000 lo cual tampoco me impresionó ya que tenía unos 120 puntos.
Los siguientes días fueron de reflexión, no estaba haciendo mucho más a parte de CFC, y me había apuntado a una OPE en Madrid ¿Qué tal si iba a por todas en la próxima convocatoria y de paso refrescaba todos conocimientos enfermeriles?